Sin felicidad no hay motivación
La felicidad no sólo te permite disfrutar más de la vida, sino que también influye en el éxito en tu vida personal y profesional. Recordemos que la felicidad no deriva del éxito, sino que lo causa.
Como dice Richard Wiseman:
La felicidad nos hace más sociables y altruistas, aumenta lo mucho que nos gustamos y lo mucho que nos gustan los demás, mejora nuestra habilidad para resolver conflictos y fortalece nuestros sistemas inmunitarios. La suma de estos efectos conlleva tener relaciones más plenas y fructíferas, encontrar profesiones satisfactorias, sentirnos contentos y motivados con nosotros mismos y llevar una vida más larga y saludable.
Pero el trabajo nos influye mucho más de lo que pensamos en nuestra vida cotidiana.
Cuando la gente viene a nuestro gabinete y dice que se encuentra mal, normalmente no tiene muy claro el origen exacto: problemas de ansiedad, de relaciones de pareja, depresión… en un estudio que realizamos sobre 1.509 personas, comprobamos que muchos de estos problemas tienen su raíz y fundamento en preocupaciones o dificultades en el trabajo.
Hoy sabemos que, una vez cubiertas las necesidades básicas, el dinero no contribuye a que seamos más felices, y no hace que estemos más motivados en nuestra vida. De hecho, en un experimento realizado en Illinois, sobre la percepción de la felicidad que tenían dos grupos de personas, una elegida al azar en la guía telefónica y otro grupo que habían obtenido un premio en la lotería de un millón de dólares, se les pidió a todos que puntuaran lo felices que estaban en aquel momento y lo felices que esperaban ser en el futuro. Además, se les pidió que dijeran cuánto disfrutaban de los placeres cotidianos de la vida, como charlar con los amigos, oír un buen chiste o recibir un cumplido. Los resultados ofrecieron una información asombrosa sobre la relación entre la felicidad y el dinero.
A diferencia de lo que suele creerse, los que habían ganado la lotería no eran ni más ni menos felices que los del grupo de control. Tampoco se encontró una diferencia significativa entre los grupos en cuanto a lo felices que esperaban ser en el futuro. De hecho, sólo había una diferencia en relación con los ganadores de la lotería, y era que los del grupo de control disfrutaban mucho más de los placeres sencillos de la vida.
Así que ¿de qué depende nuestra felicidad?: aproximadamente un 50% de nuestra sensación de felicidad queda determinada genéticamente, así que no se puede alterar, otro 10% se debe a circunstancias vividas, que también son difíciles de controlar y el 40% restante tiene que ver con nuestra actividad emocional, nuestro comportamiento diario, y con la forma en que pensamos, tanto sobre nosotros como sobre los demás, trabajar sobre este 40% nos permitirá ser mucho más felices.
En una situación como la que tenemos ahora, seguramente mucha gente piense que hay pocas cosas que ayuden a sentirnos bien, a estar motivados y ser más felices, pero todo el mundo tiene algo por lo que ser feliz, quizá sea el amor de su pareja, la buena salud, unos hijos estupendos, buenos amigos, un trabajo satisfactorio, unos padres cariñosos, un techo sobre la cabeza, agua limpia para beber o la comida suficiente para vivir. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, uno se acostumbra a lo que tiene y todas las cosas maravillosas desaparecen de su mente. Por eso es importante recordarnos cada día las cosas buenas que tenemos a nuestro alcance.
- La experiencias vitales promueven uno de los comportamientos más eficaces para generar felicidad: así, aportará más a nuestra felicidad pasar tiempo con otras personas que, por ejemplo, comprar bienes materiales.
- La generosidad es otro ingrediente de la felicidad. Los experimentos en este sentido nos señalan que los que gastaban un porcentaje mayor de sus ingresos en otros eran mucho más felices que los que se lo gastaban en cosas para ellos mismos.
Por tanto, lo importante es sentirnos felices para estar motivados y eso depende, básicamente, de NUESTRA ACTITUD.
El mejor elemento de motivación interna será nuestra felicidad, nuestro auto-reconocimiento, la valoración de nuestras acciones y la aceptación de nuestra forma de ser, de sentir y de actuar.
Así pues, la mejor manera de motivar a los que nos rodean será a través del refuerzo y del reconocimiento hacia lo que hacen y lo que intentan hacer.
En definitiva, recordemos QUE SIN FELICIDAD NO HAY MOTIVACIÓN.
Esta motivación tiene consecuencias laborales directas e importantes, como pueden ser el incremento de la productividad, la disminución del absentismo y la retención del talento en las organizaciones. Por eso ponemos en marcha programas, que partiendo desde la dirección y cayendo en cascada al resto de la organización enseñen a las personas a conocerse mejor, a superar las situaciones de estrés para conseguir una buena gestión emocional, y un buen nivel de comunicación tanto con sus superiores como con sus compañeros, adoptando una actitud proactiva para estar por delante de los problemas.
Una persona motivada será capaz de superar sus insatisfacciones, sus miedos, su ansiedad… y será capaz de alcanzar sus objetivos.
La motivación es la principal herramienta que todos podemos desarrollar, para que nuestra vida sea más plena y más gratificante, por ello, la motivación es el mejor regalo que nos podemos hacer en este presente, y la gran esperanza que nos queda para el futuro.